El 28 de octubre de 1922, Benito Mussolini y el Partido Nacional Fascista ejecutaron la Marcha sobre Roma, un golpe de fuerza simbólico en el que miles de camisas negras se movilizaron hacia la capital italiana. Aunque el golpe fue en parte teatral, su impacto fue real: el rey Víctor Manuel III rechazó declarar el estado de sitio y, ante la presión, invitó a Mussolini a formar gobierno, iniciando el primer régimen fascista de Europa.
Durante las décadas siguientes, Italia ha tenido una relación ambigua con este hecho. A diferencia de Alemania con el nazismo, la Marcha sobre Roma nunca ha sido oficialmente condenada como golpe de Estado. En muchas ciudades, aún existen placas, calles o edificios con simbología vinculada a aquella etapa.
Ahora, próximos al centenario del evento, la Unión Europea ha solicitado a Giorgia Meloni, jefa del Gobierno italiano, la retirada de la simbología fascista a través de múltiples propuestas.
La más popular; demoler el Obelisco de Mussolini —aún en pie en el Foro Itálico de Roma— y transformar su lugar en un monumento europeo dedicado a la resistencia democrática. El obelisco es uno de los pocos símbolos fascistas originales que aún se mantienen intactos, con la inscripción “MUSSOLINI DUX” visible.